Quien no esta preparado hoy
lo estará menos mañana
El Siglo 21 llegó con mucho de lo que las películas y series de televisión futuristas nos mostraban en los años sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado. En mi época de niño ni pensábamos siquiera en el teléfono móvil e Internet. En las casas apenas sí había un teléfono fijo, los más pudientes tenían extensiones en la cocina o recámaras. Todos estábamos acostumbrados a los teléfonos púbicos de 20 centavos, o con cierta pena pedir permiso para hacer una llamada en el teléfono de una tienda o de casa de un amigo. Antes de la Internet, lo normal era platicar cara a cara en casa con la familia, con los amigos, o en el trabajo con los compañeros, proveedores y clientes. No existía, absolutamente nada que nos interrumpiera ni distrajera, y todo resultaba muy bien. En estas pláticas en persona nos informábamos de lo necesario y suficiente para sacar adelante compromisos y el trabajo, aunque debo aceptar que sí sentíamos la necesidad de algo como la Internet y los teléfonos móviles para salir de dudas cuando nos hacía falta algún dato o adelantar alguna información; pero, aun y así, salíamos adelante. La llegada de la Internet vino a revolucionar absolutamente todo, mucho a favor del desarrollo de los negocios, del mismo ser humano y de la vida en general. Al principio el elevado costo del servicio sólo lo podían pagar unos cuantos; pero hoy, la competencia ha hecho que llegue a todos, de modo que la información que corre segundo a segundo llega los cerebros en cantidades industriales al grado de saturarlos sin siquiera haber interpretado, digerido o entendido lo que significa en realidad. Las sociedades padecen de sobreinformación que en lugar de ayudar, están afectando la productividad de las empresas, las familias, los gobiernos, las ciudades, de cada individuo que está expuesto al medio de comunicación de mayor uso en la actualidad, que es la Internet, de la que se desprenden las redes sociales por las que circulan millones de imágenes y mensajes positivos y negativos, que de un modo u otro, lo mismo ayudan que perjudican. La humanidad siempre quiso ser libre, sin regulaciones para aprender o expresarse. Ni la prensa, ni la radio, ni la televisión, ni los mítines, ni el cine, ni ningún otro medio tienen la capacidad de informar en un segundo, lo que la Internet hace, con poca o ninguna regulación. Esto coloca a cada empresa, a cada político, o a cada institución y a cada individuo en posiciones firmes o frágiles, dependiendo de hechos y percepciones de quienes navegan en Internet todos los días. La sobreinformación generada por Internet provoca que la gente se mueva más de prisa, demande más, y exija más de los demás y de sí misma, muchas veces sin disfrutar del momento y de forma despersonalizada. La comunicación cara a cara de otros tiempos tiende a desaparecer, desafortunadamente. Saber mucho no debe ser malo. La sobre exposición a algo tiende a der perjudicial y más si no se tiene conciencia en el para qué debo saber tanto, o por qué debe estar más informado. Ante la sobreinformación inminente, se debe ser cauteloso, clasificando para desechar lo inservible y nocivo, enfocar lo bueno al desarrollo propio, mantenerse alejado del Internet ciertas horas al día para darnos cuenta que hay vida además de las redes sociales, y que esa vida es mucho más maravillosa y provechosa que todo lo bueno o malo que nos llega al celular o computadora.