Quien no esta preparado hoy
lo estará menos mañana
Qué duro es vivir en un planeta hermoso, con seres humanos que se odian y destruyen entre sí. No todos, no generalizo, pero con los pocos que sí, tenemos para vivir estresados, con miedo y sin esperanza de una vida justa y feliz. Más allá de proponernos ser mejores el año que entra, sería más conveniente dejar de tener comportamientos inmorales e incorrectos; dejándolos de hacer, en automático tendremos las mejoras que anhelamos. El mes de diciembre que yo conocí cuando era niño, ha quedado sepultado y rebasado por la frivolidad, la hipocresía, el desenfreno y la ausencia del verdadero espíritu de la Navidad y de la llegada de un nuevo año. Quizá la Iglesia Católica no supo adaptarse a los cambios tecnológicos ni a los generados por el hartazgo de la gente cansada de gobiernos corruptos y de políticos cínicos que engendraron la cruel inseguridad que hoy nos aprisiona, y de la que ellos mismos son víctimas. Gente harta de promesas incumplidas y de mejores mañanas. ¡Pobre ser humano mexicano!, que teniendo un País inmensamente rico en recursos naturales vive sumido en un caos económico y emocional, y en una profunda impotencia que no le permite pensar claramente ni actuar, para detener y salir del lastre en que vive sufriendo todos los días. Estos días de alegría por el Nacimiento del Hijo de Dios, para los católicos, y por el nacimiento de un nuevo año, para todos, se han convertido en días de celebrar por el puro gusto de estar reunidos con los amigos, familiares o compañeros de trabajo, cosa que no está mal, pero no dejan de ser fiestas normales que van sepultando el verdadero propósito de las fechas, que es para concentrarnos en nuestra espiritualidad y razón se existir, para transcender durante nuestra estancia terrenal siendo cada día mejores personas de bien, sólo eso: mejores personas de bien. Pero, cuando una reunión termina en borrachera o en lamentos por lo mal que nos va, o hablando mal de los demás, lo que estamos haciendo con nuestro espíritu es degradarlo fortaleciendo nuestros resentimientos, odios e infelicidad. Quizá el católico se cansó de no recibir los milagros que necesitaba y empezó a emigrar a otros dogmas que tampoco han logrado hacer de nuestro País un lugar digno y seguro para vivir, porque si todos los que asisten a sus cultos religiosos realmente se comportaran como lo establecen sus doctrinas y mandamientos no tendríamos un País inmerso en tanta inseguridad, pobreza, corrupción, desintegración familiar, divorcios, y delicados problemas políticos, económicos y sociales. Algo está pasando en las Iglesias, algo tienen que hacer para llevar a sus creyentes por el camino del bien. Los antivalores son el pan de cada día en nuestra sociedad, siendo vistos como cosa normal sin en el más mínimo temor por sus consecuencias negativas, ya sea por ignorancia de la gente o porque no puede hacer nada. La hipocresía, encabeza la lista de antivalores. Mentir, falsear, adulterar, alterar, engañar, fingir, aparentar, simular, encubrir, ocultar y difamar se han vuelto tan comunes, que ya nadie cree, casi ni en su propia sombra; y qué pena, porque jamás se podrá alcanzar la felicidad donde existe falta que credibilidad y desconfianza. Le siguen la deshonestidad, la injusticia, la intransigencia, la irresponsabilidad, la indiferencia, la intolerancia, la falta de respeto y el desamor. Estos días de fiestas por la Navidad y el Año Nuevo, propongámonos fortalecer los valores, en los templos, en las empresas, en las oficinas de gobierno, en la familia, entre los amigos. Si todos deseamos un mundo mejor, tenemos que desterrar los antivalores y toda conducta incorrecta. Empecemos por uno mismo.