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Quien no esta preparado hoy
lo estará menos mañana

EMPRESAS DE EXITO

LA VIDA NO ES UN CONCURSO DE POPULARIDAD

La vida es una competencia por naturaleza propia, nadie lo puede negar, ni dudar. Es un hecho entonces que los seres humanos vivimos en un mundo en el que se tiene que competir para sobrevivir. ¿Pero, hasta qué punto el competir es bueno o es malo? Desde que somos parte de un espermatozoide, ya estamos compitiendo, por fecundar el óvulo que finalmente nos permitirá existir. Y quizá ese espermatozoide fue liberado en un acto de competencia entre hombres por satisfacer una necesidad sexual, o por una mujer que busca el amor, o por una pareja que busca ganarle a los periodos infértiles, o por lo que sea. Lo cierto es que desde que nacemos estamos compitiendo por algo. Competencia, en términos llanos y simples significa: “Disputa entre personas, animales o cosas que aspiran a un mismo objetivo o a la superioridad en algo.” Es aplicada, prácticamente, en todo, al grado de desincentivarnos y pasar momentos muy desagradables si no logramos el objetivo por el que competimos. Ciertamente, tenemos que aceptar que vivimos en un mundo donde tenemos qué competir para sobrevivir, por naturaleza inherente, es decir, parte de la vida es competir, no podemos evitarlo. Partiendo de la premisa que la competencia en inherente al ser humano, entonces debemos crear una forma de vida donde la competencia sea lo menos dañina y lo más amigable posible, aunque suene descabellado. Y es que, con toda razón, habrá personas que no ayuden a alguien flojo u ofensivo, sencillamente no le darían ni un mendrugo de pan, argumentando: “Nos partimos el lomo trabajando, mientras éste mugroso no hace nada…que trabaje para que se compre su propio alimento.” Éste es sólo un ejemplo de lo complejo que es vivir en armonía en un mundo donde el mismo ser humano se ha encargado de llevar a su máxima expresión el competir o concursar por todo. La competencia es lo que mueve al mundo, de manera justa o injusta, y no es cosa de los tiempos modernos, sino desde la aparición de vida en este planeta. Competir, que es algo natural y por ende una disciplina al fin, es indiscriminadamente llevado a ámbitos sociales donde la lucha por el poder, o por ser mejor, alguien, o sobresalir, es lo que no permite desarrollarnos como la especie animal inteligente que realmente somos. En la actualidad, el apellido, el puesto, la clase social, el dinero, el tamaño de la casa, el tipo de carro, las joyas, las influencias, las propiedades, y en sí, todo lo que materialmente encumbra a un individuo es por lo que la gente trabaja, lucha y hasta se mata. No lograr las banalidades asociadas con el acumulamiento de dinero, provocan que millones de personas piensen que son unos fracasados, lo que los condena al sufrimiento, a la desdicha y al rencor social, e inclusive a delinquir o corromperse, para ser reconocidos y llevar una vida desahogada. La vida se ha convertido en un concurso de popularidad en el que aún los más populares son victima de los desmanes sociales que provocan, sin gozar realmente de sus logros. La vida no es un concurso de popularidad, la vida es simplemente el lugar donde hemos venido a disfrutar de lo que naturaleza nos brinda. Como especie superior es nuestra responsabilidad conducirnos en un plano ético que nos permita competir sin dañar ni quitar o arrebatar, sino contribuir, apoyar y complementarnos. Un mundo multidividido por las fuerzas de una competencia mal encausada, sólo está destinado a las guerras, la violencia, el sufrimiento y a momentos volátiles de tranquilidad emocional.