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CUANDO UN PAPÁ SE VA AL DESCANSO ETERNO

Hace tres meses que mi papá ya no está en este mundo, falleció a los casi 93 años, y su ausencia cala hondo. Sé que la muerte es algo inevitable por la que todos vamos a pasar algún día, pero uno nunca dejará de negarla, reprocharla y mantenerla fuera de la mente. Experimentar la muerte de los padres es algo muy doloroso, más cuando se ha tenido un contacto diario con ellos a lo largo de muchos años, pero al mismo tiempo es un aprendizaje, ya que se puede ver una historia de vida de principio a fin en la que se detallan todos los momentos de mayor trascendencia, quizá los días de fiesta, los viajes, los paseos, las pláticas y todo lo cotidiano que es difícil de borrar de la memoria. Cuando muere un ser querido, ya sea un familiar o un amigo, la respuesta de nuestro organismo es sentir rechazo, negación, dolor y pesar, algo totalmente natural, que se va curando con el correr de los días y los años. Ahora continúo viviendo mi duelo con mucho amor y entereza, pero aún así no dejo de sentirme mal, confundido y deprimido. Afortunadamente, mi manera de ser, siempre con actitud positiva, me permite salir adelante, aprendiendo de cada minuto de dolor y desánimo, aprendiendo de cada bello recuerdo de cada momento que conviví y estuve con mi padre, quien fue un gran maestro para mí, y un gran ser humano, lleno de cualidades que le permitieron ser una persona de éxito. Saber cuán grande fue mi papá, me da ánimo y aliento para continuar mi camino por la vida, cumpliendo con la misión que es la de compartir mis experiencias y conocimientos con todas las personas que asisten a mis cursos de capacitación o leen mis columnas. Qué importante es tener un padre que te apoye incondicionalmente, que te dé ánimos, que siempre esté contigo en las buenas y en las malas, que sea un verdadero padre. Gracias a Dios yo tuve un padre así. He sido bendecido por haber tenido a mi papá conmigo durante tantos años, aprendiendo de él cada día y aún en el momento de su muerte cuando percibí su último suspiro. Tener a un padre anciano y postrado en una cama, puede ser algo doloroso y pesado, pero créanme que finalmente termina siendo uno de los tesoros más bellos de recordar por todos esos días de pláticas, abrazos, apapachos, y darse la bendición mutuamente. Cuando un padre se va al descanso eterno nos deja muchas lecciones que debemos interpretar, y llevar a la práctica.