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lo estará menos mañana

EMPRESAS DE EXITO

EL ENTUSIASMO ES VITAL PARA LOGRAR LAS METAS

Para lograr cualquier tipo de meta se necesita algo más que conocimientos, recursos económicos y buenas técnicas, también es vital imprimir entusiasmo en la actitud de cada día, de cada hora, y de cada minuto. Una definición común de diccionario nos dice que el entusiasmo es la exaltación del ánimo que se produce por algo que cautiva o que es admirado. El término procede del latín tardío enthusiasmus, aunque su origen más remoto se encuentra en la lengua griega. Para los griegos, entusiasmo significaba “tener un dios dentro de sí”. La persona entusiasmada, por lo tanto, era aquella guiada por la fuerza y la sabiduría de un dios capaz de hacer que ocurrieran cosas. Esta definición encierra en sí misma un entusiasmo que nos inspira y nos da el ánimo para creer en uno mismo e impulsarnos a querer realizar las actividades necesarias que nos permitan alcanzar las metas que nos proponemos. El secreto de la definición radica en la frase “tener un dios dentro de sí”. Tenemos que creer que uno mismo es el dios que permitirá tener la fuerza, la sabiduría, y el ánimo inquebrantable para hacer todas las cosas que se ocupan para estar en la ruta del éxito constante. Uno mismo debe tener la sabiduría, la fuerza y el vigor para crear entusiasmo dentro de sí. Uno mismo es el dios que nos fortalece para hacer que las cosas ocurran, sobre todo aquellas cosas que son buenas para uno y para quienes nos rodean. Ahora bien, para que las metas se logren en el trabajo, y en la vida diaria, deben ser reales, cuantitativas, justas, negociables y alcanzables. El desánimo suele aparecer cuando nos fijamos, o nos fijan, metas que sabemos están fuera de proporción. En ocasiones pensamos que el ponernos una meta alta y retadora, pero irreal, nos provocará el entusiasmo necesario para salir disparados con la fuerza de un cohete al espacio. No es así. En la mayoría de los casos, trabajadores de ventas aceptan, a regañadientes y nada convencidos, metas que de antemano saben que no alcanzarán, lo que les causará desanimo, por más ganas que le echen. El entusiasmo debe ser alimentado de una dosis completa de realidad y de capacidad, y sobre todo de gusto y vocación. Metas altas de nada sirven si no se alcanzan, pero lo que sí provocan es disgusto y desánimo. Una meta chica pero real, es alcanzable y genera una alta motivación al lograrse, lo que a su vez alimenta el entusiasmo para continuar. No echemos a perder el entusiasmo de buenos trabajadores al imponerles metas absurdas e inalcanzables como método motivacional, y que muchas veces es para no pagar comisiones. A la larga, o a la corta, esto será contraproducente para la empresa.