Quien no esta preparado hoy
lo estará menos mañana
Oscar Fosados Arellano
La acumulación compulsiva, según el portal de Internet Genial, es un trastorno psicológico que obliga a quienes lo sufren a acumular objetos y les impide deshacerse de ellos aunque éstos sean inservibles o no cumplan ningún propósito práctico. Este mal también se conoce como el síndrome de Diógenes, síndrome del acaparador compulsivo o disposofobia, y es cada día más frecuente. Este problema se presenta tanto en los hogares como en las empresas, en cuanto a la acumulación innecesaria de cualquier tipo de cosa, ya sea objetos o papeles. Pero, esta definición podría extrapolarse a la acumulación de sistemas, metodologías, proyectos, personal, departamentos, burocracia, procedimientos, políticas y normatividades que engordan la estructura organizacional, provocando una obesidad y sobreestructura dañina en términos financieros y de fluidez de resultados, en perjuicio de los trabajadores y clientes, y de la empresa en general. El acumulamiento de cosas en las estructuras organizacionales, de empresas privadas y públicas, se ve reflejado en lo equivalente a medidas de seguridad, filtros o candados para el control productivo de empleados, clientes y proveedores; pero también, en todo lo tocante a proyectos a mediano y largo plazo que no avanzan porque no tienen un propósito real, sino que obedecen a caprichos o corazonadas que quizá no están lo suficientemente bien sustentados en estudios o investigaciones reales y profesionales. Como clientes, somos víctimas de esto, sobre todo en grandes empresas que por su gran tamaño se ven obligadas a acumular demasiados pasos, gestiones o trámites que desmotivan una compra o motivan el cambio a la competencia. Existen patrones que desean tener todo lo que aparece en innovaciones, cosa que no es mala, pero sí cuando no es necesaria y hace más complicado y largo el proceso de compra de sus clientes, y el esfuerzo de trabajo de su personal. He estado hospedado en hoteles, por ejemplo, que debido a lo grande de sus instalaciones o por el tipo de hospedaje (todo incluido) engordan los procedimientos, restricciones y uso de servicios, limitando en demasía la feliz y placentera estancia del huésped. No debería ser malo que un empresario quiera tener una estructura organizacional y operativa obesa, si se justificara, siempre y cuando no dificulte las tareas de sus empleados y los procesos de compra de sus clientes, mucho menos el disfrute de servicios. También existen empresas acumuladoras de clientes y que no cuentan con la capacidad operativa de servirles, ya sean los bancos que se ven obligados a ofrecer pésimo servicio en lo referente a filas, cajeros automáticos, atención de ejecutivos en oficinas y en llamadas telefónicas. Lo mismo en restaurantes que se llenan de comensales y no hay suficiente personal en cocina. Ya ni mencionar a las dependencias públicas, que más allá de la falta de empleados, impera la mala atención debido a la falta de actitud de servicio y respeto por los ciudadanos. Una estructura organizacional y operativa debe contar con lo mínimo necesario e indispensable, para que siempre tenga finanzas sanas, trabajadores contentos y clientes satisfechos.